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Decisiones radicales
Nos sentimos cómodos en nuestras vidas, ¿no es así? seguramente tienes un cajón de cosas en el área de tu cocina, o tu cuarto, y que cuando necesitas algo, sabes dónde lo puedes encontrar, quizás un carrete de hilo y un botón o dos; es posible que tengas guardada una cinta métrica, un par de cordones de zapatos, incluso un par de baterías AAA en caso de que ¡el control remoto se muera! y posiblemente consideres que tienes todo lo necesario para vivir. Somos criaturas de hábitos... ¿estás de acuerdo? Nos gusta lo que nos gusta y nos establecemos en nuestros caminos. Uno pensaría que cuanto más envejece, más querría proteger esa comodidad de lo conocido. Vives en una bonita zona, sabes dónde están todos los buenos lugares para comer. ¡la gente te conoce y te llama por tu nombre cuando te ven! No hay nada de malo en esto, de hecho, ¿por qué uno pensaría siquiera en cambiar su vida? ¿Por qué cambiar ahora?
Dejando de lado los miles de personas que se ven obligadas a dejarlo todo para sobrevivir por guerras, hambruna u otro montón de razones fuera de control (eso es tema de otro día), ¡Tiene que haber un gran factor de motivación detrás de hacer un gran movimiento en la vida de uno! ¿Qué hay detrás de la necesidad de cambiarlo todo? Es difícil entender las motivaciones que llevan a cualquier persona a tomar una u otra decisión, especialmente si esta decisión implica un cambio radical que muchas veces pareciera absurdo. Cuando algo te mueve a cambiar tu vida por completo, ese algo resulta inexplicable, por años hemos batallado con tratar de explicar en palabras lo que solamente el corazón entiende, pero haré mi mayor esfuerzo por avivar la llama de las decisiones radicales en ti, y lo digo muy intencionalmente, avivar la llama, pues nadie además de Dios puede encender esa llama. Después de algunos años buscando la forma más práctica para definir esa motivación, llegamos una respuesta de 5 palabras: MI LUGAR DE MÁXIMA CONTRIBUCIÓN. Habiendo conocido a Jesús a muy corta edad, crecí añorando encontrar alguna forma de contribuir, de hacer algo que valiera la pena para Él, de hacerle sentir orgulloso de mi, la historia de los moravos, los hermanos Wesley y de muchísimos héroes de la fe llenaban mis ojos de lágrimas, de un anhelo inexplicable por llegar delante del trono un día y escuchar esas palabras: “Bien hecho, siervo bueno y fiel”, pero, ¿cómo? tan ordinaria como soy, ni siquiera me gusta la medicina; en algún momento pensé que solo podías ser útil si eras pastor, evangelista o médico, ¿chistoso no? pero es verdad, y sé que para muchos otros es igual de cierto. Con el tiempo fui entendiendo que no es así, que ese extraño y paradójico concepto de PROPÓSITO, del que muchos hablan no se trata de lo que estás predestinado a hacer en este mucho, se trata de que tan intencional estamos siendo en buscar donde podemos contribuir mayormente para el Reino, y para este mundo. Tu propósito no está escrito en las estrellas, si eres intencional en abrir tus ojos a buscar en dónde puedes ser de mayor ayuda, en dónde lo que haces, lo que sabes hacer, lo que puedes aprender, puede tener un mayor impacto, pronto descubrirás que la respuesta podría llevarte a tomar decisiones radicales, podría llevarte a cambiar la dirección de tu casa, podrás darte cuenta que tu lugar de máxima contribución representa llamar hogar a un lugar desconocido. Nunca vi una bandera en mis sueños, no oí una voz angelical pidiéndome que viviera en Etiopía. Pero me interesé por las necesidades del mundo, quise saber que pasaba allá afuera, más allá de mis fronteras, al hacer eso vi una necesidad abrumadora, un mundo en decadencia social, económica y espiritual, me encontré cuestionando porque yo tengo oportunidades que otros no tienen, porque gozo del privilegio de conocer a Cristo desde tan pequeña mientras muchos pasan una vida entera sin saber de Él, y dispuse mi corazón a encontrar un lugar en dónde mi vida pudiera contribuir más grandemente. ¿Podría contribuir para el reino desde mi país natal? ¡Si!, me recibiría Dios con los brazos abiertos en el cielo y un bien hecho? ¡Sí!, ¿llegaría al final de mis días habiendo desarrollado mi máximo potencial y viviendo mis días en mi lugar de máxima contribución? ¡No lo sé!, pero el anhelo de estar en dónde pueda tener un mayor impacto es lo que nos ha llevado lejos de casa, es lo que nos motiva a seguir adelante cuando no todo sale bien, cuando sería más fácil estar en casa dónde todos me conocen, donde entienden mi idioma, donde está la familia y los amigos. Pregúntale todos los días a Dios, en dónde está tu lugar de máxima contribución. Te aseguro que no siempre será el mismo, pero la disposición de tu corazón te abrirá los ojos a oportunidades, retos y decisiones radicales que nunca antes habrías considerado. ¿Al fin de cuentas donde es realmente tu hogar? En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, Filipenses 3:20 "Si nos encontramos con un deseo que nada en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fuimos hechos para otro mundo". CS Lewis