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  • 20 agosto 2020
  • ¿Quién soy?

    ¿Quién soy? ¿Cuál es la razón de mi existencia? ¿Te has hecho esas preguntas alguna vez? ¿Eres de los que algunas veces te pierdes en tu propia mente tratando de obtener respuestas a preguntas muy profundas? Pues déjame decirte que eso es un excelente inicio para poder encontrar en Dios esas respuestas. En Génesis, en el capítulo 1, Dios dice "Sé fructífero, y aumenta en número; llena la tierra y sométela" (v. 28). En ese momento, esa declaración era un pacto, una promesa que Dios estaba haciendo con la humanidad. El papel del hombre era ser fructífero y multiplicarse, para llenar la tierra con más personas que al igual que sus hijos, lo glorificaran a Él. Podríamos pensar que eso simplemente significaba "tener muchos bebés..." y aunque ciertamente, este mandato habla de la reproducción, hay un significado más completo que nos introduce en el deseo general de Dios por aquellos que hizo a su imagen. Habla no solo de lo natural sino también de lo espiritual.

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    El mandato en ese momento era simple y claro: Ve a hacer reflectores de la imagen de Dios hasta que haya muchos y gana más hasta que toda la tierra esté llena de aquellos que reflejan su imagen de gloria y bondad. El deseo de Dios por la multiplicación, el movimiento y la acción quedó claro a partir de las primeras palabras que les dirigió a aquellos que tendrían el privilegio y la responsabilidad de llevar su imagen. El resto de las Escrituras nos muestra cómo Dios movería constantemente a su pueblo alrededor de la tierra, dispersándolos para que la luz de su imagen, gloria y bondad ardiera y llenara toda la tierra. Milenios más tarde, cuando Dios el Hijo vino a la tierra. Reiteró este mandato a aquellos que lo seguirían en la tierra. Lo expresó así: "Por tanto, ve y haz discípulos [sé fructífero] de todas las naciones [llena la tierra] ... Enséñales a estos nuevos discípulos a obedecer todos los mandamientos que te he dado [incluyendo mi último comando 'Ir a hacer discípulos' (multiplicar)]. Y asegúrense de esto: yo estoy con ustedes siempre, hasta el fin del mundo "(Mateo 28: 19-20 NTV). La primera creación (Adán y Eva) recibió el mandato y ahora como la nueva creación a través de Jesús (nosotros), la recibimos también. Nada ha cambiado con respecto a nuestro propósito desde cuando la humanidad fue bendecida y se la dió en el jardín. Debemos seguir siendo fructíferos, multiplicando, haciendo crecer la familia de Dios, hasta que toda la tierra se llene de aquellos que adoran a Dios. Hasta que haya miembros de familia de cada tribu, lengua y nación. Entonces, tendríamos un inicio para las respuestas a estas preguntas ¿Quién soy? Un hijo de Dios. ¿Para qué estoy en esta tierra? Para impactar de forma que más y más personas glorifiquen el nombre de Dios. Y ¿Cómo lo haré? Es toda una aventura descubrir el cómo, sólo tú junto a Dios podrán darle respuesta a esa pregunta... Toma un tiempo de oración, un tiempo en el cual puedas hacerle preguntas a Dios, pídele que te revele tu propósito, ese que sólo tú debes cumplir.