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¿Quién dijo miedo?
Hace una semana cumplí 3 años de estar felizmente casado y me han parecido como cinco minutos, pero debajo del agua como dicen por ahí, (ja ja) es una broma, la verdad es que no imaginé fuera todo tan real… Hubo un tiempo antes del matrimonio bastante confuso para mí como quizás para muchos al enfrentarse a sus miedos, temores y asalto de dudas. Creo que la peor frustración se dio al no aceptar mis debilidades y sobrevalorar mis fortalezas. Hice de la etapa del compromiso en el noviazgo todo un drama al estilo de Shakespeare; le propuse matrimonio a la que ahora es mi esposa y luego le dije con mucha cobardía que ya no me quería casar. Pero no me juzgue todavía por esta metida de patas.
Busqué consejería, oré mucho pidiendo a Dios fortaleza y como último recurso visité a un sicólogo casi durante dos años porque quería sanar mi corazón, muy motivado de que ella me diera una oportunidad de volverlo a intentar. Después de un tiempo venciéndome a mí mismo descubrí que el temor, el miedo, las dudas, la frustración y lo que suele atormentarnos son emociones negativas que permitimos se adhieran a nuestra frágil humanidad. Siempre destacamos la divinidad de Jesús que nunca estará en duda, sus milagros y maravillas; pero pocas veces detallamos el poder que también había en su vulnerabilidad. En una de esas noches oscuras de mi alma pude captar un momento en la vida de Jesús que cambió mi perspectiva de la vida con respecto al temor, invitándome a decir: ¿Quién dijo miedo?. Y precisamente no fue que lo noté en uno de los instantes más populares de Cristo, sino en una parte crítica de su misión a esta tierra: "Entonces se separó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y empezó a orar: - Padre, si quieres no me hagas beber este trago amargo… Lucas 22:42 ¿Cómo? ¿Jesús vulnerable? ¿Quería renunciar a su propósito? ¿El propio hijo de Dios sintiendo miedo, temor y frustración? Me hice estas preguntas y entendí cómo la fragilidad humana nos invita a decaer en los momentos más trascendentes de nuestra vida. Me encontré en esta parte de la vida de Cristo a mí mismo, un hombre como tú y como yo, llorando, sudando angustiado y orando desesperado queriendo dejar todo botado. Entonces aparece la conjunción más importante en la historia: …PERO no se cumpla mi voluntad sino la tuya.” Lucas 22:42 Cuando relacionas todo lo qué haces con la voluntad de Dios el Espíritu Santo te capacita para hacer lo que no estás humanamente capacitado para hacer. No digo ni creo que los temores mágicamente se desaparezcan pues son parte de la vida y debemos luchar contra ellos, pero si te aseguro que logras dimensionar el tamaño de tu Dios y el tamaño de tus miedos. ¿Quién dijo miedo? Me pregunté una vez más y en el mero altar desposando a la mujer de mi vida le dije que iba a conocer el tamaño del Dios que yo tengo, punto final a las dudas. No es tiempo de escondernos detrás de una pandemia, debajo de tantas malas noticias o alrededor del panorama oscuro que prevalece en la sociedad. Este es el mejor momento en la historia de la humanidad para pisotear nuestros temores, olvidar nuestras frustraciones plantarle cara al mundo y gritarle: ¿Quién dijo miedo?