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  • 28 agosto 2019
  • ¡Hazlo para Mí!

    Hoy hablaremos del miedo, y de cómo debemos filtrarlo para que en lugar de ser nuestro enemigo sea aquello que nos catapulte hacia lo que queremos lograr. Para ello primero debemos definirlo. El miedo es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado, según Wikipedia. En mis palabras, el miedo es un sentimiento contrario a lo que deseamos que nos suceda, por lo tanto, cuando lo sentimos solo queremos evitarlo.

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    Pero resulta que el miedo no solo aparece para evitarnos un peligro, sino que también se presenta cuando queremos hacer algo que aparenta ser demasiado difícil o grande, o cuando no nos sentimos capaces para lograr aquello con lo que hemos soñado. O sea, el miedo anda fuera de control tratando de frenarnos incluso en lo que podría ser maravilloso para nuestras vidas y por esta razón, no siempre debemos hacerle caso. He tenido varias ocasiones en las que he sentido miedo, por ejemplo, cuando tuve a mis hijas sentí muchísimo miedo, pero, qué queda verdad? Ni modo que digas, eh no, mejor las traigo al mundo más adelantito jeje, no se puede, hay que hacerle frente en el momento, pero una vez que las tienes en tus brazos te das cuenta de que valió la pena haberlo enfrentado pues ese momento es terrenalmente insuperable. También tuve miedo cuando me casé y aunque no todo ha sido color de rosa valoro lo bueno que es tener un compañero de vida. Si tienes uno cuídalo y si no lo tienes pero lo anhelas, no lo dejes de anhelar! En fin, tuve miedo muchas veces, pero recuerdo una en especial y te la voy a contar: Hace algunos años me pidieron, por primera vez, que compartiera una enseñanza en la iglesia y vaya que sentí mucho miedo, porque hablar en público nunca ha sido mi fuerte, sin embargo, acepté el reto. El mismísimo día, mientras le cantábamos algunas canciones a Dios, me entró el miedo y comencé a llorar mientras cantaba, porque en mi mente comencé a pensar, no voy a poder, no voy a poder, en qué momento dije que sí, yo no puedo y me fui a buscar a mi pastora y le dije lo que estaba pensando porque talvez ella me iba a decir, tranquila, no lo hagas, yo lo voy a hacer por ti, bueno, eso era lo que yo quería que ella me dijera jeje, pero no pasó así. Ella oró por mi y me dijo, tú puedes! Yo volví a mi silla y seguía con mucho miedo (me encantaría decirle que ya se me había pasado pero no) y en medio de todos esos pensamientos que me agobiaban uno sobresalió entre los demás, y decía así: “Hazlo para mi”. En ese momento supe que Dios estaba hablándome y a través de esa frase que seguía resonando repetidamente dentro de mi, entendí que Dios quería que lo que hiciera, lo hiciera para Él. Que no me importara lo que los demás pudieran pensar (porque esto era algo que me afectaba bastante), que lo que verdaderamente era importante es lo que Él pudiera pensar de mi. Y no te hago muy larga la historia, pasé (con miedo pero ahora me sentía valiente como para enfrentarlo), compartí la enseñanza y me bajé feliz y satisfecha de no haberme dejado dominar por ese sentimiento. Claro que Dios fue quien me empoderó, y así ha sido cada vez, siempre reconozco que yo solita pero ni las gradas subo. Todo esto lo cuento para que, cuando hayan momentos en tu vida en medio de los cuales sientas miedo, del miedo que no te permite avanzar, lo filtres por esa maravillosa frase que Dios me dio, que no es solo para mi, sino que también es para toda aquella persona que quiera hacerla suya y te empoderes, te enfoques y le hagas frente a ese miedo que pretende robarte bendiciones en la vida. ¡Hazlo para Mí!!